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lunes, 3 de febrero de 2014

La genética y la obesidad

Aunque las principales causas de la obesidad son el consumo excesivo y un estilo de vida sedentario, la predisposición de una persona a engordar más que otra en las mismas circunstancias sí que está ligada a la genética. Por tanto, los genes desempeñan un papel en el desarrollo de la obesidad pero no son la única explicación, ya que deben tenerse en cuenta junto con los factores ambientales. 

La obesidad es una enfermedad crónica calificada recientemente por la Organización Mundial de la Salud -OMS- como la 'epidemia del siglo XXI'. La mayor disponibilidad de comida, el mayor contenido energético y nutritivo del que el cuerpo puede quemar o asimilar y el modo de vida sedentario, son las causas principales que han conducido al aumento de esta enfermedad.



Determinados estudios aclaran que alrededor de un 30% de los casos de obesidad tienen una base genética. En general, esta afirmación surge a partir de pruebas sobre las semejanzas y las diferencias entre familiares, gemelos e hijos adoptados. Las alteraciones en genes que controlan el apetito o el metabolismo, por ejemplo, predisponen a la obesidad. Sin embargo, para que ésta se manifieste,  deben darse también otras condiciones, como los hábitos o comportamientos individuales. La diferencia genética explicaría el hecho de que haya personas que tenga tendencia a engordar mientras que hay otras que, comiendo lo mismo, se mantienen delgadas.

Hasta ahora, han sido identificadas varias condiciones genéticas relacionadas con la obesidad, aunque se considera que una gran cantidad de genes implicados están todavía sin identificar. Una teoría que habría que mencionar es la hipótesis del gen ahorrador. Según esta teoría, ciertos grupos étnicos tendrían más tendencia a la obesidad debido a la existencia de un gen que se habría transmitido de generación en generación con el objetivo de almacenar en forma de grasa la energía no utilizada para poder hacer frente a las épocas de hambruna. En la actualidad, con una sociedad sedentaria y abastecida generosamente de alimentos, este almacenamiento ya no tendría sentido y el aumento de los depósitos adiposos desembocaría en una propensión a la obesidad. Con todo, esta teoría tampoco explicaría por completo el aumento de los índices de obesidad, pues tendríamos que remitirnos en gran medida a factores ambientales.

Algunos factores en los que influyen los genes y que pueden causar o prolongar la obesidad incluyen: nivel de apetito y sensación de saciedad, calorías quemadas durante el ejercicio y calorías quemadas en reposo. Además, la genética puede estar ligada a la forma en la que el cuerpo procesa la grasa en exceso y a dónde la almacena. Incluso cuando hacen dietas con bajo contenido calórico, algunas personas tienen problemas para bajar de peso o para no recuperar el peso perdido. Otras personas pueden realizar programas de ejercicios enérgicos y obtener resultados más lentamente de lo normal. Es posible que estos factores formen parte de su estructura celular y corporal.

Genética y gasto energético

En el desarrollo de la obesidad, además de la influencia que tienen ciertos factores ya conocidos (dieta, ejercicio, factores socioculturales, etc.), otro elemento a considerar es el perfil genético individual. De hecho, está plenamente demostrado que los genes intervienen en el centro del hambre, en la regulación del peso, en el número y tamaño de los adipocitos y en la distribución del tejido graso en diferentes partes del cuerpo, así como en el gasto energético.

Se intuye que el balance energético de una persona puede estar influenciado hasta en un 40% por su herencia genética, afectando tanto a su apetito como a su metabolismo y composición corporal. Por el momento tan sólo han sido detectados algunos de los genes implicados en la aparición de la obesidad, ya que es posible que su número supere la cifra de los 25.000. Algunos de los genes más estudiados en los últimos años son: leptina (gen obese -Ob-) y su receptor (gen diabetes -DB-), moléculas implicadas en la diferenciación de los adipocitos y en el transporte de lípidos (PPAR, Ap 2) y receptores adrenérgicos (ADR 2 y 3), entre otros. ¿Cuál es la aplicación práctica de todo esto? Para tener una idea más clara, se ha demostrado que la alteración del gen receptor adrenérgico beta 3, hace que la persona engorde si no hace ejercicio con regularidad.



En este caso el tratamiento debería apoyarse en el ejercicio físico, más aún que sobre la propia dieta. Por otro lado, las personas no asimilamos por igual todos los nutrientes según nuestra base genética; es decir, asimilamos de forma diferente las proteínas, los hidratos y las grasas. Por tanto, si conocemos dicha información genética, podría recomendarse a cada persona que limitara en menor o mayor medida la ingesta de uno de dichos nutrientes, por ser el que más le perjudicaría frente al tratamiento de su obesidad. De hecho, aquellas personas que sufren de una mutación en el gen PPAR, deben limitar la ingesta de grasas por encima del resto de consideraciones terapéuticas.

Otros ejemplos de defectos genéticos son aquellos que afectan al centro del hambre y de la saciedad situado en nuestro cerebro. Tal es el caso del síndrome de Prader-Willi, una enfermedad de origen genético que provoca en la persona un hambre insaciable y una obesidad extrema desde la infancia. Otros síndromes genéticos reconocidos en la actualidad son: Bardet-Bield, Cohen y Alström-Hallgren, entre otros. En este contexto se abre un amplio horizonte de futuro para el desarrollo de la terapia génica de la obesidad. Un futuro prometedor, puesto que cuando la obesidad esté causada por ausencia o defecto de determinados genes, la incorporación de un gen o fragmento de ADN permitirá subsanar el defecto existente.


Factores del Comportamiento Familiar

La genética de la obesidad no puede señalarse como la única causa de la epidemia de la obesidad. Si bien la genética puede marcar una predisposición a la obesidad, los investigadores han descubierto que el entorno y el estilo de vida también juegan un papel muy importante en la salud de las personas. Es probable que los padres que tienen sobrepeso y no realizan ejercicios transmitan esos hábitos a sus hijos. Por lo tanto, es importante que los adultos tomen el control de su salud y den un buen ejemplo.

Por otro lado, estudios realizados en hogares adoptivos confirman la genética de la obesidad. Al convertirse en adultos, los niños adoptados tienden a reflejar las características físicas de sus padres biológicos. Los gemelos idénticos criados por separado también reflejan los mismos patrones. Esto sugiere que la genética juega un papel de suma importancia en el peso de las personas.


Ver también: Obesidad, Síndrome metabólico y Estrés oxidativo

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GENES, ¿SOMOS LO QUE COMEMOS?


Más sobre estudios de Genética de la Obesidad

Los estudios continúan vinculando mutaciones genéticas con la obesidad. Por ejemplo, algunas personas tienen obesidad mórbida desde la niñez. Esto es algo poco común, pero puede ser un indicador general de problemas específicos en la estructura genética. Uno de estos informes descubrió que la leptina, la hormona responsable de regular el apetito, era defectuosa. Otros controladores del apetito dañados parecen tener la forma de PCI, una enzima. Los expertos también mencionan un vínculo entre la obesidad y el gen FTO, que está relacionado con la acumulación de las grasas.

A menudo, los investigadores se refieren a los polimorfismos, que son las pequeñas diferencias en los genes que afectan al 1% o más de un grupo determinado. Los estudios continúan descubriendo nuevos vínculos genéticos que brindan posibles explicaciones de cómo subimos y bajamos de peso. Si bien los polimorfismos sólo afectan a un pequeño porcentaje de la población, detectarlos es útil para crear nuevas formas de tratar la obesidad.

Las investigaciones basadas en la hipótesis del “gen ahorrador” se mencionan con frecuencia en citas de obesidad y genética. El genetista James Neel propuso esta teoría por primera vez en 1962. La hipótesis del “gen ahorrador” sugiere que nuestros genes siguen el patrón ancestral de “hambre o abundancia”. En otras palabras, nuestros cuerpos almacenan las grasas cuando la comida es abundante y se preparan para tiempos de escasez. En la sociedad actual, la abundancia continúa pero no hay hambre, lo que provoca que las personas suban de peso.



  
La genética no lo es todo…

Otros factores implicados son la herencia, la presencia de ciertos trastornos o incluso la toma de ciertos medicamentos. Las enfermedades que afectan al funcionamiento de glándulas como el tiroides o las suprarrenales, los trastornos de alimentación como la bulimia o la toma de fármacos como corticoides, antidepresivos, etc. Son también otros factores desencadenantes.

Los estudios en torno al papel que desempeñan los genes en el desarrollo de la obesidad son constantes, si bien aún queda mucho por investigar y por aprender. Lo más importante de todo lo descubierto hasta ahora radica en que se abren nuevas vías de tratamiento que consideran los genes a nivel individual. Esto permite individualizar aún más, si cabe, su terapéutica y que ésta sea más eficaz.

La importancia de las investigaciones en genética se basa sobre todo en laposibilidad de mejorar el tratamiento para cada paciente, buscando el másadecuado a su perfil genético. Conociendo dicho perfil, se podría resaltar en el tratamiento unas cuestiones u otras: por ejemplo, podría recomendarse a una persona que limitara la ingesta de algún tipo de nutriente o, en cambio, que hiciera ejercicio con regularidad, dependiendo de las características genéticas específicas de cada individuo.


Otros enlaces de interés:




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