Aunque las
principales causas de la obesidad son el consumo excesivo y un estilo de vida
sedentario, la predisposición de una persona a engordar más que otra en las
mismas circunstancias sí que está ligada a la genética. Por tanto, los genes
desempeñan un papel en el desarrollo de la obesidad pero no son la única
explicación, ya que deben tenerse en cuenta junto con los factores ambientales.
La obesidad es una enfermedad crónica calificada
recientemente por la Organización Mundial de la Salud -OMS- como la 'epidemia
del siglo XXI'. La mayor disponibilidad de comida, el mayor contenido
energético y nutritivo del que el cuerpo puede quemar o asimilar y el modo de
vida sedentario, son las causas principales que han conducido al aumento de
esta enfermedad.
Determinados estudios aclaran que alrededor de un 30% de los casos de obesidad tienen
una base genética. En general, esta afirmación surge a partir
de pruebas sobre las semejanzas y las diferencias entre familiares, gemelos e
hijos adoptados. Las alteraciones en genes que controlan el apetito o el
metabolismo, por ejemplo, predisponen a la obesidad. Sin embargo,
para que ésta se manifieste, deben darse también otras
condiciones, como los hábitos o comportamientos individuales. La diferencia
genética explicaría el hecho de que haya personas que tenga tendencia a
engordar mientras que hay otras que, comiendo lo mismo, se mantienen delgadas.
Hasta ahora, han sido identificadas varias
condiciones genéticas relacionadas con la obesidad, aunque se considera
que una gran cantidad de genes implicados están todavía sin
identificar. Una teoría que habría que mencionar es la hipótesis del gen ahorrador. Según
esta teoría, ciertos grupos étnicos tendrían más tendencia a la obesidad debido a la existencia de un
gen que se habría transmitido de generación en generación con el objetivo de
almacenar en forma de grasa la energía no utilizada para poder
hacer frente a las épocas de hambruna. En la actualidad, con una sociedad
sedentaria y abastecida generosamente de alimentos, este almacenamiento ya no tendría
sentido y el aumento de los depósitos adiposos desembocaría en una propensión a la obesidad.
Con todo, esta teoría tampoco explicaría por completo el aumento de los índices
de obesidad, pues
tendríamos que remitirnos en gran medida a factores ambientales.
Algunos factores en los que influyen los genes y
que pueden causar o prolongar la obesidad incluyen: nivel de apetito y
sensación de saciedad, calorías quemadas durante el ejercicio y calorías
quemadas en reposo. Además, la genética puede estar ligada a la forma en la que
el cuerpo procesa la grasa en exceso y a dónde la almacena. Incluso cuando
hacen dietas con bajo contenido calórico, algunas personas tienen problemas
para bajar de peso o para no recuperar el peso perdido. Otras personas pueden
realizar programas de ejercicios enérgicos y obtener resultados más lentamente
de lo normal. Es posible que estos factores formen parte de su estructura celular
y corporal.
Genética y gasto energético
En el desarrollo de la obesidad, además de la
influencia que tienen ciertos factores ya conocidos (dieta, ejercicio, factores
socioculturales, etc.), otro elemento a considerar es el perfil genético
individual. De hecho, está plenamente demostrado que los genes intervienen en el centro del
hambre, en la regulación del peso, en el número y tamaño de los adipocitos y en la distribución del tejido graso en
diferentes partes del cuerpo, así como en el gasto energético.
Se intuye que el balance energético de una persona
puede estar influenciado hasta en un 40% por su herencia genética, afectando
tanto a su apetito como a su metabolismo y
composición corporal. Por el momento tan sólo han sido detectados algunos de
los genes implicados en la aparición de la obesidad, ya que es posible que su
número supere la cifra de los 25.000. Algunos de los genes más estudiados en
los últimos años son: leptina (gen obese -Ob-) y su receptor (gen diabetes
-DB-), moléculas implicadas en la diferenciación de los adipocitos y en el
transporte de lípidos (PPAR, Ap 2) y receptores adrenérgicos (ADR 2 y 3), entre
otros. ¿Cuál es la aplicación práctica de todo esto? Para tener una idea más
clara, se ha demostrado que la alteración del gen receptor adrenérgico beta 3,
hace que la persona engorde si
no hace ejercicio con regularidad.
En este caso el tratamiento
debería apoyarse en el ejercicio físico, más aún que sobre la propia dieta. Por
otro lado, las personas no asimilamos por igual todos los nutrientes según
nuestra base genética; es decir, asimilamos de forma diferente las proteínas,
los hidratos y las grasas. Por tanto, si conocemos dicha información genética,
podría recomendarse a cada persona que limitara en menor o mayor medida la
ingesta de uno de dichos nutrientes, por ser el que más le perjudicaría frente
al tratamiento de su obesidad. De hecho, aquellas personas que sufren de una
mutación en el gen PPAR, deben limitar la ingesta de grasas por encima del
resto de consideraciones terapéuticas.
Otros ejemplos de defectos
genéticos son aquellos que afectan al centro del hambre y de la saciedad
situado en nuestro cerebro. Tal es el caso del síndrome de Prader-Willi, una
enfermedad de origen genético que provoca en la persona un hambre insaciable y
una obesidad extrema desde la infancia. Otros síndromes genéticos reconocidos
en la actualidad son: Bardet-Bield, Cohen y Alström-Hallgren, entre otros. En
este contexto se abre un amplio horizonte de futuro para el desarrollo de la
terapia génica de la obesidad. Un futuro prometedor, puesto que cuando la
obesidad esté causada por ausencia o defecto de determinados genes, la
incorporación de un gen o fragmento de ADN permitirá subsanar el defecto
existente.
Factores del
Comportamiento Familiar
La genética de la obesidad no puede señalarse
como la única causa de la epidemia de la obesidad. Si bien la genética puede
marcar una predisposición a la obesidad, los investigadores han descubierto que
el entorno y el estilo de vida también juegan un papel muy importante en la
salud de las personas. Es probable que los padres que tienen sobrepeso y no
realizan ejercicios transmitan esos hábitos a sus hijos. Por lo tanto, es
importante que los adultos tomen el control de su salud y den un buen ejemplo.
Por otro lado, estudios realizados en hogares
adoptivos confirman la genética de la obesidad. Al convertirse en adultos, los
niños adoptados tienden a reflejar las características físicas de sus padres
biológicos. Los gemelos idénticos criados por separado también reflejan los
mismos patrones. Esto sugiere que la genética juega un papel de suma
importancia en el peso de las personas.
Ver también: Obesidad, Síndrome metabólico y Estrés oxidativo
Radicales libres amigos del envejecimiento
GENES, ¿SOMOS LO QUE COMEMOS?
Más sobre estudios de
Genética de la Obesidad
Los estudios continúan vinculando mutaciones
genéticas con la obesidad. Por ejemplo, algunas personas tienen obesidad
mórbida desde la niñez. Esto es algo poco común, pero puede ser un indicador
general de problemas específicos en la estructura genética. Uno de estos
informes descubrió que la leptina, la hormona responsable de regular el
apetito, era defectuosa. Otros controladores del apetito dañados parecen tener
la forma de PCI, una enzima. Los expertos también mencionan un vínculo entre la
obesidad y el gen FTO, que está relacionado con la acumulación de las grasas.
A menudo, los investigadores se refieren a
los polimorfismos, que son las pequeñas diferencias en los genes que afectan al
1% o más de un grupo determinado. Los estudios continúan descubriendo nuevos
vínculos genéticos que brindan posibles explicaciones de cómo subimos y bajamos
de peso. Si bien los polimorfismos sólo afectan a un pequeño porcentaje de la
población, detectarlos es útil para crear nuevas formas de tratar la obesidad.
Las investigaciones basadas en la hipótesis
del “gen ahorrador” se mencionan con frecuencia en citas de obesidad y
genética. El genetista James Neel propuso esta teoría por primera vez en 1962.
La hipótesis del “gen ahorrador” sugiere que nuestros genes siguen el patrón
ancestral de “hambre o abundancia”. En otras palabras, nuestros cuerpos
almacenan las grasas cuando la comida es abundante y se preparan para tiempos
de escasez. En la sociedad actual, la abundancia continúa pero no hay hambre,
lo que provoca que las personas suban de peso.
La genética
no lo es todo…
Otros factores implicados son la herencia, la presencia de
ciertos trastornos o incluso la toma de ciertos medicamentos. Las enfermedades
que afectan al funcionamiento de glándulas como el tiroides o las
suprarrenales, los trastornos de alimentación como la bulimia o la toma de
fármacos como corticoides, antidepresivos, etc. Son también otros factores desencadenantes.
Los estudios en torno al papel que desempeñan los
genes en el desarrollo de la obesidad son constantes, si bien aún queda mucho
por investigar y por aprender. Lo más importante de todo lo descubierto hasta
ahora radica en que se abren nuevas vías de tratamiento que consideran los
genes a nivel individual. Esto permite individualizar aún más, si cabe, su
terapéutica y que ésta sea más eficaz.
La importancia de las investigaciones en genética se basa sobre todo en laposibilidad de mejorar el tratamiento para cada paciente, buscando el másadecuado a su perfil genético. Conociendo dicho perfil, se podría resaltar en el tratamiento unas cuestiones u otras: por ejemplo, podría recomendarse a una persona que limitara la ingesta de algún tipo de nutriente o, en cambio, que hiciera ejercicio con regularidad, dependiendo de las características genéticas específicas de cada individuo.
Otros enlaces de interés:
Suplementos nutrigenómicos, tecnología de punta y tratamientos para el envejecimiento prematuro y cuidado del cuerpo con evidencia científica COMPROBADA
Nu Skin Pharmanex Estefany Martinez Vanegas
Mayores informes: celular 300 622 07 86 Medellín Colombia
No hay comentarios:
Publicar un comentario