Nutrición Ocular, cuidar los
ojos desde la boca.
El Centro de
Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición
(CIBERobn), adscrito a la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia,
ha abierto una nueva vía de estudio para probar la relación que existe entre el
glaucoma, primera causa de ceguera en el mundo, y la alimentación, a través del
índice de masa corporal (IMC).
Según informa, el
objetivo del 'Estudio sobre Nutrigenómica en Glaucoma' pasa por abrir nuevos
canales preventivos de Glaucoma, patología caracterizada por una presión
intraocular elevada, atrofia del nervio óptico y pérdida del campo visual, a
través de nutrigenómica, que indaga en el efecto de la nutrición a nivel
molecular y genético, por el que podrían tratarse las enfermedades relacionadas
con el metabolismo gracias al diseño de dietas personalizadas.
Así, esta investigación,
que está desarrollando en colaboración con la Universidad de Hardvard en
Estados Unidos a través del miembro de la red consorciada, por el doctor
Vicente Zanón Moreno, centra uno de sus focos de estudio en el IMC, el medidor
más común en la práctica clínica diaria para diagnosticar la obesidad.
Se escogió enfocarse en el estudio del Índice de Masa
Corporal (IMC), debido a que es el medidor más común en la práctica clínica
diaria para diagnosticar la obesidad u otras derivadas del síndrome metabólico.
La investigación del CIBERobn se asienta sobre las conclusiones de otras
recientes que han constatado que el IMC podría estar relacionado con la
aparición del glaucoma. Un ejemplo de ello es el Beaver Dam Eye Study, un
análisis de base poblacional en el que se analizaron las enfermedades oculares
en personas de entre 43 y 86 años de edad, y se asoció el aumento de la presión
intraocular, que registra una gran cantidad de pacientes con glaucoma, con un
mayor índice de IMC.
"La obesidad puede
producir un aumento de la viscosidad de la sangre alterando el flujo normal del
humor acuoso, y los factores nutricionales podrían relacionarse con
modificaciones de la malla trabecular del ojo, que es la estructura angular a
través de la cual se drena este fluido, redundando en la disminución de la
salud visual", explica Zanón. “El glaucoma es una enfermedad
multifactorial en la que entran en juego tanto condicionantes genéticos como
ambientales que deben conectarse en todo momento”, apunta el investigador.
Glaucoma,
la enfermedad silenciosa que puede conducir a la ceguera
El glaucoma es una enfermedad ocular que “roba” la visión de manera
gradual. Por lo general, no presenta síntomas y provoca la pérdida de visión
lentamente. Sin el tratamiento apropiado, puede conducir a la ceguera
irreversible. De hecho, en la actualidad es la primera causa mundial de este
mal sin vuelta atrás y segunda en España. Además se estima que este año habrá
unos 60 millones de personas afectadas en todo el mundo.
De carácter degenerativo, el glaucoma se origina cuando aumenta la
presión dentro del globo ocular, modificando el drenaje del humor acuoso y
dañando el nervio óptico. En un primer momento produce una disminución
del campo visual periférico (visión en forma de túnel) que no influye en la
visión central hasta las fases finales, de ahí que se le haya denominado “el
ladrón de la vista” por su avance progresivo asintomático.
Existen cuatro tipos principales de glaucoma: congénito, secundario, de
ángulo cerrado o agudo y de ángulo abierto o crónico, siendo este último el más
común.
Este trastorno puede afectar a personas de todas las edades aunque son
los mayores de 60 años, los familiares de pacientes con glaucoma, los
diabéticos y los individuos con presión intraocular elevada, los sujetos con
mayor riesgo de padecerlo.
Por ello, resulta de vital importancia acudir al especialista a partir
de los 50 años para hacer chequeos periódicos en los que se controle la presión
intraocular, utilizando la técnica de la tonometría.
Se
abre un nuevo camino
El glaucoma es una
enfermedad ocular que "roba" la visión de manera gradual. Por lo
general, no presenta síntomas y provoca la pérdida de visión lentamente. Sin el
tratamiento apropiado, puede conducir a la ceguera irreversible.
Por ello resulta de vital importancia acudir al especialista a partir de los 50
años para chequeos periódicos en los que se controle la presión intraicular.
La nutrigenómica abre un
nuevo camino en el tratamiento de muchas enfermedades evitando la cirugía y los
efectos secundarios de los medicamentos. "Esta nueva ciencia estudia cómo
afecta cada nutriente a un determinado individuo en función de su genética, lo
que permitirá diseñar la 'tarjeta genómica', personal e intrasferible, de cada
individuo ayudando a prevenir las afecciones", añade.
Un traje a medida de
cada paciente que permitirá combatir la obesidad, las patologías cardiovasculares
y la diabetes tipo II, así como dar respuesta a otras enfermedades de la vista,
como el glaucoma, estableciendo la dieta más adecuada en cada caso.
Es por ello que la línea
de investigación, activada por el CIBERobn, sobre nutrigenómica en glaucoma busca
averiguar si existe alguna asociación entre esta patología y algunos cambios
puntuales (polimorfismos) en genes de determinados factores nutricionales que
contribuyan a combatir esta enfermedad.
Una cesta con vista
Teniendo en cuenta que cerca del 70% de las
patologías oculares se relacionan con problemas de malnutrición, tanto por un
defecto como por un exceso de nutrientes, es necesario llevar una alimentación
sana y equilibrada para mejorar la salud visual.
El objetivo pasa por abrir nuevos canales preventivos
de la primera causa de ceguera irreversible a nivel mundial –el glaucoma- a
través del diseño de dietas personalizadas. Dieta a base de alimentos ricos en
vitaminas A, B, C y E, minerales como el zinc o ácidos grasos esenciales,
receta ideal para velar por la salud de los ojos desde el plato.
Los alimentos más recomendables serían aquellos ricos
en vitaminas del grupo B (presentes en los cereales, los frutos secos y las
verduras), A (necesarias para la visión nocturna, que se encuentran en las
zanahorias, las espinacas, los tomates o los melocotones), C (presentes
en los cítricos y los pimientos), E (que se pueden encontrar en verduras
y hortalizas como los espárragos, la lechuga o los guisantes) y de alimentos
ricos en antocianidinas (como las cerezas, frambuesas, manzanas o ciruelas que
contribuyen a reparar las células nerviosas de la retina aportando mayores
nutrientes al ojo).
Además de la ingesta de minerales, presentes en
alimentos ricos en zinc como el apio, los espárragos, los hígados o las
patatas, y los aceites grasos esenciales como los ácidos linoleico Omega 6 y
Omega 3, que se pueden obtener de los aceites de soja, girasol, maíz y germen
de trigo, así como del aceite de lino, colza y soja respectivamente.
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