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miércoles, 22 de enero de 2014

Investigación sobre la relación entre el índice de masa corporal (OBESIDAD) y aparición de Glaucoma

Nutrición Ocular, cuidar los ojos desde la boca. 

El Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn), adscrito a la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia, ha abierto una nueva vía de estudio para probar la relación que existe entre el glaucoma, primera causa de ceguera en el mundo, y la alimentación, a través del índice de masa corporal (IMC).

Según informa, el objetivo del 'Estudio sobre Nutrigenómica en Glaucoma' pasa por abrir nuevos canales preventivos de Glaucoma, patología caracterizada por una presión intraocular elevada, atrofia del nervio óptico y pérdida del campo visual, a través de nutrigenómica, que indaga en el efecto de la nutrición a nivel molecular y genético, por el que podrían tratarse las enfermedades relacionadas con el metabolismo gracias al diseño de dietas personalizadas.

Así, esta investigación, que está desarrollando en colaboración con la Universidad de Hardvard en Estados Unidos a través del miembro de la red consorciada, por el doctor Vicente Zanón Moreno, centra uno de sus focos de estudio en el IMC, el medidor más común en la práctica clínica diaria para diagnosticar la obesidad.


Se escogió enfocarse en el estudio del Índice de Masa Corporal (IMC), debido a que es el medidor más común en la práctica clínica diaria para diagnosticar la obesidad u otras derivadas del síndrome metabólico. La investigación del CIBERobn se asienta sobre las conclusiones de otras recientes que han constatado que el IMC podría estar relacionado con la aparición del glaucoma. Un ejemplo de ello es el Beaver Dam Eye Study, un análisis de base poblacional en el que se analizaron las enfermedades oculares en personas de entre 43 y 86 años de edad, y se asoció el aumento de la presión intraocular, que registra una gran cantidad de pacientes con glaucoma, con un mayor índice de IMC.  

"La obesidad puede producir un aumento de la viscosidad de la sangre alterando el flujo normal del humor acuoso, y los factores nutricionales podrían relacionarse con modificaciones de la malla trabecular del ojo, que es la estructura angular a través de la cual se drena este fluido, redundando en la disminución de la salud visual", explica Zanón. “El glaucoma es una enfermedad multifactorial en la que entran en juego tanto condicionantes genéticos como ambientales que deben conectarse en todo momento”, apunta el investigador.  

Glaucoma, la enfermedad silenciosa que puede conducir a la ceguera

El glaucoma es una enfermedad ocular que “roba” la visión de manera gradual. Por lo general, no presenta síntomas y provoca la pérdida de visión lentamente. Sin el tratamiento apropiado, puede conducir a la ceguera irreversible. De hecho, en la actualidad es la primera causa mundial de este mal sin vuelta atrás y segunda en España. Además se estima que este año habrá unos 60 millones de personas afectadas en todo el mundo.


De carácter degenerativo, el glaucoma se origina cuando aumenta la presión dentro del globo ocular, modificando el drenaje del humor acuoso y dañando el nervio óptico.  En un primer momento produce una disminución del campo visual periférico (visión en forma de túnel) que no influye en la visión central hasta las fases finales, de ahí que se le haya denominado “el ladrón de la vista” por su avance progresivo asintomático. 

Existen cuatro tipos principales de glaucoma: congénito, secundario, de ángulo cerrado o agudo y de ángulo abierto o crónico, siendo este último el más común.

Este trastorno puede afectar a personas de todas las edades aunque son los mayores de 60 años, los familiares de pacientes con glaucoma, los diabéticos y los individuos con presión intraocular elevada, los sujetos con mayor riesgo de padecerlo. 

Por ello, resulta de vital importancia acudir al especialista a partir de los 50 años para hacer chequeos periódicos en los que se controle la presión intraocular, utilizando la técnica de la tonometría.



Se abre un nuevo camino

El glaucoma es una enfermedad ocular que "roba" la visión de manera gradual. Por lo general, no presenta síntomas y provoca la pérdida de visión lentamente. Sin el tratamiento apropiado, puede conducir a la ceguera irreversible.   Por ello resulta de vital importancia acudir al especialista a partir de los 50 años para chequeos periódicos en los que se controle la presión intraicular.

La nutrigenómica abre un nuevo camino en el tratamiento de muchas enfermedades evitando la cirugía y los efectos secundarios de los medicamentos. "Esta nueva ciencia estudia cómo afecta cada nutriente a un determinado individuo en función de su genética, lo que permitirá diseñar la 'tarjeta genómica', personal e intrasferible, de cada individuo ayudando a prevenir las afecciones", añade.

Un traje a medida de cada paciente que permitirá combatir la obesidad, las patologías cardiovasculares y la diabetes tipo II, así como dar respuesta a otras enfermedades de la vista, como el glaucoma, estableciendo la dieta más adecuada en cada caso.

Es por ello que la línea de investigación, activada por el CIBERobn, sobre nutrigenómica en glaucoma busca averiguar si existe alguna asociación entre esta patología y algunos cambios puntuales (polimorfismos) en genes de determinados factores nutricionales que contribuyan a combatir esta enfermedad.

Una cesta con vista

Teniendo en cuenta que cerca del 70% de las patologías oculares se relacionan con problemas de malnutrición, tanto por un defecto como por un exceso de nutrientes, es necesario llevar una alimentación sana y equilibrada para mejorar la salud visual. 


El objetivo pasa por abrir nuevos canales preventivos de la primera causa de ceguera irreversible a nivel mundial –el glaucoma- a través del diseño de dietas personalizadas. Dieta a base de alimentos ricos en vitaminas A, B, C y E,  minerales como el zinc o ácidos grasos esenciales, receta ideal para velar por la salud de los ojos desde el plato.

Los alimentos más recomendables serían aquellos ricos en vitaminas del grupo B (presentes en los cereales, los frutos secos y las verduras), A (necesarias para la visión nocturna, que se encuentran en las zanahorias, las espinacas,  los tomates o los melocotones), C (presentes en los cítricos y  los pimientos), E (que se pueden encontrar en verduras y hortalizas como los espárragos, la lechuga o los guisantes) y de alimentos ricos en antocianidinas (como las cerezas, frambuesas, manzanas o ciruelas que contribuyen a reparar las células nerviosas de la retina aportando mayores nutrientes al ojo). 

Además de la ingesta de minerales, presentes en alimentos ricos en zinc como el apio, los espárragos, los hígados o las patatas, y los aceites grasos esenciales como los ácidos linoleico Omega 6 y Omega 3, que se pueden obtener de los aceites de soja, girasol, maíz y germen de trigo, así como del aceite de lino, colza y soja respectivamente.



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